Cada tanto un adoquín.
Manuela sabe que la tierra
es reina madre de los hombres.
Su cara de niña, de mujer hambrienta
se pregunta si en las manos
de esta reina que es amante
hay espacio para ella
y sus ojos de serpiente.

Cada tanto un viento rojo
en su espalda como un puente
caminado con las babas
de la inmensa esclavitud.

Cada tanto un soplo, un correr entre la niebla
de persona acostumbrada
a los políticos reinados
y elegidas abstinencias.

Manuela se pregunta
porque sabe
que en cuestiones de raíz
y nombramientos absolutistas
las respuestas se hacen agua
para esta tierra que cada tanto
ya no es fertil.