A de Libertad
Yo no juego a eso -dije, y me fui con el silencio a cuestas.
Los ojos los dejé donde siempre, sangrando un poco, otro poco amando; la carne, los huesos, el cuerpo anudado, entumecido, lo guardé conmigo, encerrado en esta piel envejecida. Y no caminé, no grité, no le conté a nadie que tenía las manos atadas a esa ausencia, a esa aterradora suerte de soñarme desnuda, pariendo a mi propio padre.
Pronto, la noche se proclamó angustia y pocos supieron que este nombre -el mío- tenía un sonido que no debía por qué ser juzgado por las voces embrutecidas del pasado.
Todo lo demás, lo supo el viento.
Equis de pájaro

Hace un momento
-mientras sonaba en tus ojos la melodía de la luz-
vinieron las sombras:
tienen todas el color
azul
de esos ojos ardientes
que son los tuyos;

todas tienen un color
igual
al de las noches de estío
en el tapial de tus párpados.

¿En qué tarde vinieron a buscarte
entre mantos de tristes alamedas
y almendras tostadas en las puntas de las lenguas gustosas?

¿En qué tarde, tan temprana
trajeron las voces -del olvido inmediato
y cuartearon el aire con un silbido de gloria?

Hace un momento
-mientras vibraba en tus ojos la tonalidad del mundo-
cayeron los astros
locos y eclipsados:

tenían el rostro dulce, lleno de estrellas con mil puntas;

y bailaban la danza nunca vista
de los tibios y exquisitos pasos vacuos.
Todo es un interior ahora;
por eso nadie puede verte.
Problemas de interlocución I

Pensé una cosa curiosa:
Atardece en Madrid;
acá la noche es tan espesa
que los pájaros dormidos
en mi rostro abren un ojo
y chillan -para luego
volver a dormirse-.
Las partes
de mi cuerpo suenan
quemando el resto;

ácida es la languidez
que intoxica mis ojos
cada vez que el chirrido
de la luz apaga
y en creces, su voz
de perro
comienza a ladrar
en todas mis aberturas
(estoy pensando en cansarme de los absolutos,
los locos arraigos inservibles).
¿Cada cuánto mueren los amantes?
¿Cada cuánto tiempo se abren los portales
de la sed
y cierran los embrujos
perceptivos del amor?

Una noche, senté a la Belleza sobre mis rodillas.
Y la encontré acerba. Y la injurié.
la luna tiene el color de los párpados quietos;
por eso canto













Mi pequeño homenaje a André Kertesz acá
un rostro tiene la forma de un árbol ahogado