ahí
donde tu nombre,
yo armé mi casa
De las cosas que nunca termino I

Linda, como quien dice linda, no sé si es, viste. Pero tiene esa forma de mover las manos cuando habla y mirarte directamente a los ojos justo cuando vos la estás mirando y ella pregunta algo clave que... No sé, la verdad es que sí es linda. Pasa que yo me hago el sonso, viste, me hago el desinteresado porque ella está con todo eso de su ex novio, ese tal Pablo, que la llevaba al teatro y se dormía. Yo no sé, la verdad pareciera que a las minas les gusta sentirse abandonadas. No, pará che, yo no digo que todas sean iguales, además ella se queja y cada vez lo nombra menos a este Pablo, pero no sé, para mí que no le muevo un pelo, siempre tan limpia de pudor y sin problemas al hablar. Me abruma un poco viste, eso de preparar el mate, ubicarnos en el patio, ella descalza, yo mirándola, el agua a punto, la sombrita de la parra, su piel entre un haz de luz...
mirá, la cosa es así: en vez de llorar las horas hago cuadernos
(y alguna que otra cosa)


mi tiempo de nada
del cuaderno que se fue a la casa de juanpiypau
¿De qué está hecha tu palabra? ¿Cómo existe tu letra en mi armonía? ¿Cada cuántas líneas puedo negar con la cabeza sin que veas? ¿Puedo negar?.
La noche es aliada de nuestro concierto: un manto de importantes oraciones persisten entre la risa de papel mecánico y un barquito queriendo cruzarlo todo. Es como la lluvia cuando vuelve, sobre tanta soledad, sobre tanto gris y acolchado amontonado entre los hombros. ¿Puedo negar?. Yo no sé del arte, no conozco la historia de esos ojos
pero creo que mi emblema debería tener alas.

. las horas vacías andan
rondando tu luz y mi fin .












Hay tiempo
Pebedas
Disco de descarga virtual
Noviembre 2009
Productos del aburrimiento II
Las cosas que uno dice para disfrazar lo que realmente quiere decir.

Hay una forma
nueva
de llamar alguien.

Consiste
simplemente
en pensar en la persona en cuestión
y pestañear
cien veces conscientes
mientras cantas
en voz baja muy baja
una de Spektor
(o una que sepamos todos).

Atención:
No siempre funciona.
Pero qué divertido
saber que uno puede, solo
cruzar la calle y masticar
un chicle.
Tengo un vestido con bolsillos del tamaño de mis manos cada uno de ellos. Adentro no hay nada, nada más que algunos hilos de tabaco rubio, una moneda, una pelusa de hace cinco meses y un pedacito de papel con la inicial de un nombre que no existe por faltarme el resto de las letras.
Tengo una grulla roja y otra blanca, ninguna está libre de polvo y mucho menos de sombra.
Tengo un libro de Bradbury, dos, tres, cuatro. Una caja con papeles que cuentan la historia de un futuro que ya no es y un sobre abierto y vacío en el piso del placard.
Pero tengo, sobretodo, un rostro amado debajo de la almohada. Cada vez que puedo, mientras duerme, cuando se baña, cuando escribe y cuando estudia, cuando tiene los dedos en cuerdas, cuando cierra los ojos y no me mira y cuando está lejos y yo asuatada, le beso las mejillas y le pido que me cante.
Este rostro mío, junto con el vestido y sus bolsillos con tesoros, junto con las grullas que nunca serán la cantidad necesaria y los papeles y el sobre relleno de ausencia, no son todo lo que tengo. Pero la importancia del resto es poca, siempre y cuando yo pueda sentarme a mirarme las manos y reconocerlas, en su absoluta y plena construcción, como un enjambre de futuros poderes en mi vida.
El cuerpo es una cosa.
Yo me llamo con todas mis voces
y no termino de encontrarme.
La Cosa, que aguardaba, se ha dado la voz de alarma, me ha caído encima, se escurre en mí, estoy lleno de ella. La Cosa no es nada: La Cosa soy yo. La existencia liberada, desembarazada, refluye sobre mí. Existo.

[...]

No insisto; dondequiera que la meta continuará existiendo y yo continuaré sintiendo que existe; no puedo suprimirla ni suprimir el resto de mi cuerpo, el calor húmedo que ensucia mi camisa, ni toda esta grasa cálida que gira perezosamente como si la revolvieran con la cuchara, ni todas las sensaciones que se pasean aquí dentro, que van y vienen, suben desde mi costado hasta la axila, o bien vegetan dulcemente, de la mañana a la noche, en su rincón habitual.


La náusea, Jean-Paul Sartre

A los días que vivimos no se les acaba la miel, se les acaba la noche. Y es entonces cuando murmuran los otros, los rostros, los enmascarados vilmente expuestos en los escondites menos esperados. Ellos: rompen la palabra y la rellenan de hormigas que corretean frenéticas porque se acaba el tiempo de estío y vuelve el color de la fruta. Ellos: se duermen en mis manos mientras yo deambulo. Ellos no preguntan, no piden permiso, no se frenan, se refuerzan con las aves de mi torso que escapan presurosas a los nuevos ojos del verano.
aprendí a escribir
a fuerza del viento

y ahora
que entendí
que el viento se consume
y la noche no es más
que otro instante del tiempo

olvidé como hacer lo primero
El otro lado es cierto:
ví, aún sin ojos
la miel desde su hoguera.
¿Puedo negar?
¿Puedo acaso
romper las puertas
que separan a estos rostros
en la vacía otredad nocturna?

El otro lado es cierto:
tiene que serlo.
Productos del aburrimiento I

Mil versos en la nada, nada hacen.
A menos que aparezca el fantasma tecnológico
y nos alimente con su new post.
la petite fille