La poesía de ciertas mujeres es, a veces, enemiga formal de las niñas que gustan de los jardines y los pájaros.
Sucede que cada cierto tiempo Marianela cree que el mundo conspira en su contra.
En ese preciso instante Tomás toca el timbre de su casa. Y Marianela descree de las conspiraciones.
A: Una novedad no es precisamente algo literalmente nuevo
R: Las cosas literales siempre me produjeron rechazo
mi comodín es un retrato de su rostro
Lo importante es esto y no aquello

Estaba ella, y no toda sino parte de ella, sentada en un escalón de marmol, un escalón delante de una puerta que abre a un pasillo que conduce a una escalera que llega a una casa que tiene además de su respectivo baño y la cocina-comedor, un pequeño dormitorio. Y esto no es detalle menor, ya que allí, separados por ninguna pared, viven Oliverio y ella, que a pesar de estar sentada en el escalón de marmol, también podemos encontrarla recostada en su cama, en la puerta de la derecha viniendo desde el baño. Porque he dicho que estaba ella pero no toda ella sentada en el escalón y esto implica un desdoblamiento en parte fantástico y en mayor medida interno.

Lo que importa no es simplemente esta persona, este personaje, su accionar o su estado de quietud, su pensamiento, sino el escenario, el escalón de marmol, el pasillo, la escalera, la puerta de la casa y la casa misma, con su baño, su cocina-comedor, su única habitación y Oliverio. Eso es lo importante: Oliverio. Él y todo él, porque Oliverio no posee desdoblamientos fantásticos (y mucho menos internos).

Oliverio es un chico pálido, de ojos saltones, alto, pelo corto, semi enrulado, flaco, flaquísimo, realmente flaco. Tiene por costumbre el café, en una taza mediana de color azul francia que guarda en el estante justo al lado del frasco de café y las demás infusiones y no en el cajón de las tazas y los platos de las tazas, diría ella, que se llama Juana y también tiene el pelo corto y semi enrulado y es alta aunque su contextura física está dentro de lo normal. Pero eso no importa. Lo realmente importante acá es Oliverio. Oliverio y su cara dormida todo el tiempo, su manía de acurrucarse en el sofá y escuchar el mismo disco nuevo durante dos semanas para luego abandonarlo en el rincón rebalsado de músicos que ahora aburren. Oliverio y su triste forma de llamar a Gala, la gata que vive en el balcón de al lado. Oliverio y sus acordes.

Juana además usa anteojos y antes de dormirse revisa la cerradura de la puerta de calle unas tres veces, como cualquier depresivo-compulsivo, dirían sus amigos. Pero qué importa esto cuando lo interesante son las cuerdas de un instrumento que no cesa nunca antes de las tres de la mañana. Qué importa Juana si lo que llama la atención a todos los visitantes de la casa es la forma en que Oliverio se para frente al instrumento y se queja, en quejidos suaves, de su inarmónica manera de tocar ante estos visitantes. Qué importan los papeles que Juana acomoda inutilmente sobre el escritorio con el velador de luz tenue que está a la izquierda del ventanal que da al balcón. Qué importa la literatura, la poesía, las oraciones bilingües, las costosas traducciones, las citas a músicos implacables si los visitantes, los nuevos conocidos, quedan mudos e hipnóticos antes la crueldad de Oliverio consigo mismo cuando su instrumento llora los acordes previos al quejido de su boca, al suave quejido que su boca pronuncia diciendo que no hay tregua, que hoy no se puede tocar, que los ojos ajenos intimidan a las cuerdas que amablemente gritan por la noche. Nada importa de ella, cuando es él el observado y adorado por estos visitantes que realmente poca importancia tienen para ambos. Y ahí está la clave: esa poca importancia que ambos comparten cuando Juana se levanta del escalón de marmol, entra al pasillo, sube la escalera, abre la puerta y al mismo tiempo se levanta de la cama y sale de la habitación para acurrucarse junto a Oliverio que acaba de terminar de ponerle música a una nueva letra que ella, como de costumbre, escribió para él.
adentro es el nuevo afuera

Reina:

rompo el telar
que conforma la bandera de tu nombre

y antes,

de partir a la orilla descubierta
de la página blanca donde todas te gritan amante

doblo el mapa estratégico
de tu lenguaje de ciervos
y perduro;

entre los cajones cerrados
que contienen
tu inicial como puerta de entrada.

“La palabra por la palabra no sirve. Hay que ir al fondo de las cosas, apagar las luces, encenderlas, indagar e indagarse.”

Cecil hace una pausa, deja de escribir, se acomoda los anteojos, fuma una pitada del cigarrillo, sube la mirada. Nadie.

“Y sobretodo, abastecerse de la soledad y su olor a loba malcriada. Sólo ella puede brindar lo exacto del lenguaje.”



Del libro
Las otras -o mujeres para cuentos y canciones
Ediciones de Bolsillo de Editorial Morosophos
www.morosophos.com.ar


Allí se usan, también recurrentemente, figuras relativas a la luz: todo lo demás es un crescendo (o más bien un descenso) arrebatado, quizás buscando, como se dice, la disolución de la distancia entre la poesía y la vida. Escribe: Sobre negros peñascos se precipita / embriagada de muerte / la ardiente enamorada del viento.
[...] No muchos poetas han puesto así el cuerpo.

Estanislao Giménez Corte
-extracto.
No soy más que una humilde muchacha desnuda que espera que lo Otro le dicte palabras bellas y significativas, con suficiente poder como para izar sus pobres tribulaciones y para dar validez a lo que de otra manera serían desvaríos.

Octubre 1957, A.P.
florence
Ante todo, una mancha roja.
El conjunto relumbra igual que en algunas iglesias umbrosas el manto de la Vírgen. Fulgor mediocre que resplandece por obra de la oscuridad vecina.

A.P.
Extracto de «Juego tabú»




esconderse
buscar un lugar de residencia provisoria
donde no se requiera la obligación de observarse a si mismo

Un miedo pequeño naciendo en la tarde
es un agujero en la noche de sombras.
Cae;
la siesta errante de los verbos.
Santa Rosa inundó su casa. Yo duermo sentada en un rincón.
A veces creo que sólo la soledad, el espacio continuado con mi yo latente, puede salvarme.
Otras, simplemente, redescubro que de lejos amo más.
De todas formas, no por eso prefiero este agujero en la tarde. Mejor serían sus ojos de reno en mis senos.