(...) Además, M. no tenía el pelo enrulado ni los senos erguidos como las mujeres que andan por la calle tan sedientas. Ella era, aunque nadie lo sabía realmente, una fría y cóncava estrella;
crucificada y envuelta para regalo.
Gasté todo mi dinero
en comprar moneditas de metal, plateado
e intentar que entren en la ranura de tus labios.
Coloqué cincuenta y siete fichitas
en la mesa de luz, mientras cerrabas los ojos
y dejabas de creerme.
Ahora el jueguito está apagado
y vos dormis, en tanto yo
dibujo tímidas palabras en mi noche de ausencia.
"-¿Y qué has visto al observarme? -De verdad quería saberlo. -No me recuerdas a nadie. -¿Y eso es bueno? -Eso es casi increíble."
Jo Alexander, Extrañas Criaturas
Palabras-comodín; Imaginería; 2008
niña
noche
orilla
parir
loba
canto
espejo
madre
luna
tiempo
sueño
vientre
signo
comulgar
reina
jardín
rostro
sed
manto
nombre
mujer
dioses
rito
cenizas
vértigo
amor
vacuidad
manos
soles
Convidame, de esa lluvia que todo se lleva. Acercame el sueño en estas tardes soleadas donde la mar está tan lejos y mi padre nunca vuelve.
Convidame, que estoy falta de aciertos. Y esta suerte de mañana entramada me rellena los ojos de un fulgor inaceptable,
entre tanta tierra tanto aroma.
Piel de sauce llora que las luces cuando apagan son siluetas nunca sombras.
Convidame, no te lleves mi única confianza mi registro sin escritos de propias libertades.
Yo soy mía. Y el precio es siempre una mentira.
No soy un artista del Malba ni de alguna pequeña galería en los suburbios de París. Tampoco soy un artista del Pueblo, que realmente disfrute exponiendo (su mísera obra) en las descascaradas paredes de los centros políticos, culturales, barriales o sociales. No me interesa mostrar al niño que muere de hambre entre el barro y las plagas, ni dedicarle meses a una tonta imagen llena de bombillas de colores y galletitas sonrientes para ganar el primer premio de Arte BA y saciar los bolsillos, volviendo a casa con las manos llenas del vacío contemporáneo. No me considero presa ni libre. No me siento agobiada por el acto de elegir lo que pocos pagan y tampoco siento necesario que mi trabajo (mi forma de vida) sea paga por completo. No poseo renombre y mucho menos un nombre característico, una firma, una punta de iceberg que grite quien soy. Pero, y en esto soy segura e implacable, mis dos ojos observan (además de mirar) y deciden, entre tanta imagen colapsando estos tiempos, un punto fijo desde el cual tirar una cuerda y armar un tendal que sostenga mis días de fotógrafa; los cuales, y en esto también soy implacable, no siempre son mis días de artista.