Pantomimas de mujer enamorada

Cansarse no es cerrar los ojos y desear morirse;
sino
un poco de rabia, mezclada con la sensación
de no encontrar las fórmulas exactas. Sí, esas
las que no existen.

La poesía es como un cauce
infinito, que no llega
al menos a mi ombligo.

En cuanto a la imágen
la retengo tan perfecta
que pudiera romperla
y rehacerla

romperla
y rehacerla;

sucesivamente.

Doscientos treinta y dos fotogramas encerrados
en un cubo de aire flexible
que lentamente y a modo de aviso,
me dictan los pasos.

Cansarse no es abrir los ojos y desear morirse;
sino
un poco de arena entre las manos creídas pulcras
y la interna complejidad de vivir
junto al ser amado.

Cuando tenga tiempo
voy a salir a decir que la soledad
sí que sabe de musas, misterios
y mentiras.

Mientras tanto me retuerzo.
Mientras tanto, bebo
la savia azul verdosa de unos ojos
que critican la imtemperie de mi voz,
de la cual, a duras penas
no queda nada

nada más que yo
mordiendo los labios míos
que suplican a la tierra, al cielo
un minuto razonable
de impetuosa calma.

No es que esté gritando, ni chillando;
no es que esté siquiera quejándome, marcando
con la punta del dedo índice
las culpas exhibidas
en la mejor galería de arte.

Cansarse no es cerrar los ojos, no es abrirlos
no es desear morirse:

es temer.