Las luces cayeron como puños
como lluvia ácida en las yemas de los dedos;
y todo fue recambio:
en el fondoaquellos tristes dibujos de tu mano
de una taza
se abrieron
los ríos esperados;
estos veloces gritos de mi encierro:
¿Perdemos el tiempo
diciéndole al cielo -en voz tan baja
que la luna y su rostro de mujer
nos tiembla en el cuerpo
cada noche de perra hambruna?
No perdemos nada
salvo el miedo.